Articulo escrito por: Angela Carrera Camuesco, Psicóloga Especialista en Psicología Clínica. Link.
Si, lo sé. Este tema no es nuevo. Desde hace miles de años un deseo humano muy común es ser eternamente joven o la inmortalidad. De hecho, muchas mujeres y cada vez más hombres combaten con tenacidad los signos de la edad como arrugas, manchas en la piel, canas, flacidez… Pero no solamente por el deseo de estar “en forma”, sino también por una necesidad de que no se note que nos hacemos mayores. Cuando envejecer se vuelve un temor irracional, injustificado y persistente, se le da el nombre de gerascofobia.
No se debe confundir con la geronto-fobia. Ésta última es el miedo a los ancianos y también el desprecio o el rechazo hacia las personas mayores, porque se las identifica con la decadencia y la enfermedad. Si bien es cierto que las personas que padecen gerascofobia suelen sufrir otras fobias y manías asociadas a su patología, entre las que, a menudo, está la gerontofobia.
Tampoco es lo mismo que el “Síndrome de Peter Pan”. Se diferencian en que este último afecta principalmente al desarrollo de la personalidad y, por tanto, la persona afectada actúa de manera irresponsable, negándose a asumir el paso del tiempo y evitando desempeñar un rol de adulto.
Este problema es independiente del sexo, y lo pueden padecer hombres y mujeres. Suele coincidir con la andropausia y la menopausia, con la jubilación y con el “nido vacío”. Aunque puede producirse muchísimo antes. Se generan inseguridades, comparaciones inadecuadas con otras personas o con un@ mismo@ en el pasado, expectativas frustradas, sentimientos de pérdida, ocultación obsesiva de la edad, negación de la propia edad…Todo esto suele desembocar en cambios tales como modernizar la ropa, incluso uso de ropa juvenil muy discordante o inapropiada, inscribirse en un gimnasio, intentar conquistar parejas más jóvenes o realizar algún deporte de riesgo y fuerte deseo de recuperar la belleza, la fuerza y el aspecto físico de antaño incluso con obsesión por las operaciones estéticas, comportamientos infantiles inapropiados y el uso excesivo de cremas bronceadoras, tintes para el cabello, extensiones o prótesis capilares.
Otros síntomas son la ansiedad, el miedo y continuos pensamientos negativos y catastrofistas que llevan al individuo a temer el futuro. Además, es muy común el miedo a estar solo durante los últimos años de nuestra vida. En los casos más extremos de la fobia a envejecer, los pensamientos irracionales pueden verse acompañados de sudoración, temblores, taquicardias, dificultad para respirar, opresión en el pecho, sequedad de boca, dolor de cabeza…
Este problema del que nos ocupamos hoy, tiene varias causas e influencias en su aparición y gravedad. Los medios de comunicación, la industria antienvejecimiento, la personalidad de cada uno, el miedo a los cambios, a la enfermedad y a la muerte, a la soledad,…
La presión social a veces es muy intensa en ocasiones se juzga a las personas en mucha mayor medida por su aspecto físico que por su capacidad. Esta obsesión por estar joven y perfecto nos puede llevar a tratar de detener el proceso vital gastándonos enormes cantidades de dinero en tratamientos de todo tipo, no siempre avalados por estudios científicos e incluso que pueden causar serios riesgos para nuestra salud.
Vivimos en una sociedad influida por los medios de comunicación y las industrias de la cosmética y la estética. Se impone unos estereotipos ligados a la imagen de juventud y los cánones de belleza están sobrevalorados. Nos avasallan con caras y milagrosas cremas anti-arrugas, tintes para el pelo, cirugías estéticas, etc. Todo bien condimentado con ropas y actitudes juveniles de lo más desenfadadas. Es la exaltación de la juventud. La vejez se esconde. No debemos olvidar que detrás de todo esto hay un importante interés comercial. La industria de productos dirigidos a retrasar los signos del envejecimiento es tremendamente lucrativa, de ahí que se nos inculque constantemente la idea de que necesitamos parecer más jóvenes.
Solo con fijarnos en las cifras nos damos cuenta que cada año aumentan el número de operaciones estéticas, sobre todo, de mujeres con edades comprendidas entre 40 y 54 años. Pero no vamos a olvidar que los ‘retoques’ estéticos son cada vez más habituales entre los hombres que progresivamente también han caído en las redes de la manipulación comercial sobre la imagen y la juventud. Vamos “avanzando” y ya operamos nuestros genitales para recuperar la virginidad, evitar la flacidez de la vulva o el escroto, blanqueamos el ano, quitamos costillas para reducir cintura, estimulamos el tiroides para adelgazar,…. Y mucho más. ¿Necesario?, ¿Peligroso?
La gerascofobia está muy relacionada con determinados rasgos de la personalidad. Quienes tienen tendencia a la exageración o a la sobrevaloración de sus cualidades, narcisistas, y los que tienden a la exageración, son más proclives a padecer esta fobia porque les cuesta más sobrellevar la pérdida de la belleza física y la juventud.
Está claro que con la edad se producen una serie de cambios físicos como la aparición de las primeras arrugas, canas, flacidez de la piel, reducción de masa muscular…. Es precisamente en ese momento cuando puede comenzar a desarrollarse la preocupación excesiva o miedo a los cambios. Otras veces simplemente surge cuando nos cruzamos con un adolescente que se dirige a nosotros como “señor” o “señora”, o al mirar fotos antiguas y apenas reconocernos en ellas.Envejecer nos atemoriza porque asociamos el envejecimiento con estar solos, es decir, en nuestra mente aparecen imágenes desoladoras donde nos vemos solos y abandonados. Tememos no ser útiles y activos.
Al cumplir años, aumenta nuestro miedo a la enfermedad. Las limitaciones propias de la edad pueden causarnos malestar, pero no son enfermedades en sí mismas. Tener que caminar lento, usar un audífono o tener la tensión alta no significa estar enfermo. Y es cierto que con la edad perdemos una serie de facultades físicas y nuestro estado de salud se vuelve más frágil y vulnerable. Pero no olvidemos que las personas jóvenes pueden padecer enfermedades. Ocurren a cualquier edad.
A partir de los 60 años, es frecuente que surja miedo a la muerte. La sentimos más próxima. Conocidos y amigos ha madurado y ya hemos vivido algún período de duelo debido a pérdida de algunos de ellos. Esto nos llena de inquietud. Pero sobre todo, en el fondo, lo que nos da más miedo es que hayan pasado los “mejores años de nuestra vida”, quizás sin haber cumplido nuestros sueños o metas. Envejecer forma parte del proceso natural de la vida y, con frecuencia, ciertos mitos y prejuicios hacen que veamos la vejez como una etapa muy negativa de la vida.