Una de las mayores limitaciones que tenemos las personas es el miedo. El miedo a infectarnos de COVID, el miedo a fracasar, el miedo a que se rían de nosotros, el miedo a no ser lo suficientemente buenos o a que alguien no nos quiera… Los miedos son reales, y están condicionados por la genética (miedo a las alturas o a las serpientes, por ejemplo), por nuestra experiencia y sobre todo por nuestros pensamientos. Todos hemos oído que incluso el más valiente tiene miedo. Simplemente sabe manejar los pensamientos de manera que no permite que estos le bloqueen.
Siempre debemos recordar que preocuparnos no sirve de mucho y ocuparnos sí. Hay cosas que podemos cambiar y cosas que debemos aceptar. La vida nos muestra a todos que incluso en situaciones muy difíciles, lo normal es que movilicemos nuestros recursos y, con ayuda o sin ella, salgamos adelante.
Al final el miedo se maneja restructurando nuestros pensamientos. Un “no puedo” lo podemos convertir en un “si puedo”. Una buena autoestima, en forma de creencias en nuestra capacidad para enfrentarnos a la vida, marca la diferencia. Al final preguntémonos ¿Y que es lo peor que puede pasar? ¿Y si ocurre qué? Todo sigue adelante y siempre contamos con nosotros mismos y con quienes nos quieren para vivir la vida sin miedo. Trabaja en tus pensamientos.
Por cierto: está bien dedicarle un tiempo al día a enfrentarnos a aquello que nos da miedo y a generar posibles soluciones. Lo que no podemos hacer es rumiar y rumiar con esos pensamientos todo el día de manera que la tristeza y la ansiedad generen un bloqueo y no seamos capaces de disfrutar de la vida.