Qué difícil resulta poner en práctica la plegaria de la serenidad: “Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia.” Qué difícil cuando tenemos personas mayores, que se han ocupado toda su vida de nosotros y ahora dependen de un modo y otro de nosotros. Qué difícil lidiar con la falta de tiempo cuando el trabajo nos desborda, la necesidad de cuidar de nosotros mismos es obvia y la culpa de no ocuparnos lo suficiente de los demás nos invade.
Por un lado, está el tiempo. El tiempo es lo qué es y no podemos darle más horas al día. Concedámonos la serenidad para aceptarlo. Todos sin embargo podemos encontrar un momento para llamar por teléfono. Todos comemos y podemos hacer una de esas comidas semanales con nuestros mayores, todos podemos encontrar la fortaleza para cambiar nuestra rutina y meter en ellas un ratito para una visita. Quizás el tema radique en comenzar a mirar el cuidado de nuestros mayores como un placer y no como una obligación. Paremos y reflexionemos. El tiempo pasa rápido y debemos disfrutar de lo que nos queda junto a ellos.
Por otro lado, está la culpa. Nos castigamos por no poder estar donde “debiéramos” o incluso “quisiéramos” estar. La culpa que no nos deja disfrutar del presente porque nos persigue como nuestra sombra mientras trabajamos o incluso descansamos con amigos. Señor dame la fortaleza para tener conciencia plena de lo que hago y no amargarme cuando disfruto o trabajo. Dame fuerza para vivir en el presente cuando descanso y cuando visito y cuido de mis familiares mayores. La culpa, ente neurótico nos dificulta la vida. Basta con asignar un tiempo a nuestros mayores, cumplirlo a gusto y dedicar el resto a nuestro trabajo y ocio.
Por último, está la necesidad de cuidar de nosotros mismos. Quemados no rendimos. Debemos de trabajar y cuidar a nuestros seres queridos, pero también debemos aparcar la culpa cuando nos vamos de vacaciones, vamos al cine o simplemente paramos para hacer ejercicio, leer un libro o escuchar música. Si nos quemamos dejamos de ser capaces de trabajar y cuidar.
Es difícil saber cuándo toca cambiar y cuando aceptar. Podemos equivocarnos. Pero si vemos que no funciona, podemos y debemos tratar maneras diferentes de encontrar ese equilibrio entre nuestras obligaciones y disfrute.
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