La Inteligencia Emocional será una de las diez habilidades laborales más buscadas en las próximas décadas. Es tan importante, que por sí misma explica por qué dos personas con la misma capacidad intelectual, formación, educación y experiencia, progresan y otros no.
La empatía es una característica de las personas emocionalmente inteligentes. Es la capacidad para relacionarnos adecuadamente con los demás teniendo en cuenta cómo piensan y se sienten. Es la capacidad para CONECTAR con el otro. Cuán importante es esto hoy en día, en un mundo cada vez más conectado digitalmente pero desconectado “humanamente”. La empatía nos permite tener en cuenta que cada uno de nosotros no es solo un “yo”, sino también parte de un “nosotros”. Pensar y preocuparnos más allá de nuestros problemas, intereses o necesidades, nos hace vivir una vida más plena, con sentido, vinculación y pertenencia.
Podemos construir y alentar los circuitos neuronales de un cerebro empático. Podemos nutrir un cerebro conectado para preocuparse por los demás, por lo que está bien y está mal (no solo en nosotros, también en nuestros hijos). ¿Cómo podemos lograr esto? Una forma es prestando atención a las necesidades de las personas con las que convivimos. El hecho de prestar atención repetidamente a cualquier experiencia o bloque de información, activa neuronas y refuerza sus conexiones. Ahí donde la atención se enfoca, las neuronas se activan. Y cuando se activan se conectan. Cuando atraemos nuestra atención hacia las preocupaciones y el punto de vista de otras personas, estamos estimulando la activación y el crecimiento neuronal de nuestro cerebro para la empatía.
Daniel Siegel habla del “diamante de la empatía”: cinco modos distintos en que podemos ocuparnos de los demás y conectar con ellos:
- Toma de perspectiva: ver el mundo a través de los ojos del otro.
- Sintonía: escuchar activamente para conectar con el otro.
- Resonancia emocional: sentir lo que otro siente.
- Empatía cognitiva: comprender o captar intelectualmente la experiencia de otra persona.
- Empatía compasiva: notar el sufrimiento de otro y querer reducirlo.
- Alegría empática: deleitarse con la felicidad, los logros y el bienestar de otro.
Alimenta un cerebro empático. Fomenta el entender y conectar con los demás, y trata de ayudarlos en lo que esté en tu mano.
Si tienes hijos, contribuye a que los circuitos neuronales de su cerebro les orienten a los demás y lo que los demás sienten, a pensar y sentir preocupación por las personas que les rodean.
María José Ortega Martínez
Psicóloga y formadora