Qué difícil es la vida, pero gracias por contar con un Programa de Asistencia al Empleado. Y esta vez no me refiero a las crisis que de verdad importan, a perdidas de seres queridos, despidos del trabajo, hijos con problemas de drogas o comportamiento, enfermedades crónicas… No, no. Me refiero al día a día.
Me refiero a compañeros del trabajo que nos hacen la vida imposible, al cuidado de padres mayores con achaques e innumerables citas médicas, a las malas notas de hijos que no se aplican, a llegar con dificultades a fin de mes, a conflictos familiares, a no sentirnos queridos o respetados por personas que nos importan…
Frente a todo ello nos queda nuestra interpretación de los hechos, nuestra manera de ver las cosas, nuestro apoyo social y nuestras creencias y valores.
Cuando estamos deprimidos, ese día a día se convierte en insoportable. La mochila que llevamos a nuestra espalda se vuelve demasiado pesada y desfallecemos. Algunos no pueden y abandonan. Otros no son capaces de dejar de mirar otra cosa que las piedras que contiene.
Otros disfrutan del momento, son capaces de separar cada piedra y mirar alrededor, de darse cuenta de que la vida es difícil pero también es fácil. De que hay momentos que merecen la pena. De que los problemas se afrontan y se solucionan. De que podemos levantarnos, hacerlo lo mejor que podemos y sentirnos bien. De que no estamos solos: amigos, familia, compañeros de trabajo, creencias y valores nos acompañan y debemos usar como recursos.
Cuando las cosas son difíciles los Programas de Asistencia al Empleado (PAE) pueden convertirse en parte de ese apoyo que nos ayuda a levantarnos antes, a ser más resilientes y a cambiar lo que podemos cambiar y aceptar lo que es incambiable. Nada como contar con una ayuda profesional gratuita para el empleado.