Parece más fácil empatizar con alguien acosado, víctima de una agresión, o despedido, que con la persona que está del otro lado. ¿Qué ocurre si empatizamos con el acosador, con quién despide, o con quién nos grita y falta el respeto? Resulta mucho más difícil. ¿Se puede o se debe empatizar con “los malos”? El cine, en alguna ocasión nos ha presentado al malo cómo el héroe. Así hemos visto a George Clooney en Up in the Air despedir a personas o a ladrones que son héroes en Cien años de Perdón entre otras.
Hace ya muchos años en un experimento con una camarera desagradable y mal educada en un restaurante en Estados Unidos fuimos capaces de ver como aquellas personas que creían que lo hacía por estar pasando por una situación difícil dejaban más propina que aquellas que no sabían nada. La atribución de razones legitimas a un comportamiento nos permite acercarnos más al otro y empatizar. Cualquier película puede mostrarnos una razón para que el malo se comporte como tal (con la excepción de psicópatas que lo hacen solo para conseguir lo que quieren sin ningún remordimiento). Para que nos sea más fácil empatizar con el malo, a veces, contar con información, con razones basta. Si no contamos esa información bastaría atribuirle una explicación que justificase ese comportamiento: “ha tenido un mal día”, “lo está pasando mal”, “su pasado es horrible” etc.
Empatizar con un asesino, un violador o por ejemplo como nos ha ocurrido a más de un psicólogo, con un abusador de menores resulta extremadamente difícil cuando no podemos atribuir una explicación que justifique sus comportamientos.
Lo que siempre hay que tener claro es que empatizar no implica compartir o estar de acuerdo con lo que el “malo” ha hecho. Implica ACOMPAÑAR y mostrar una conexión con sus emociones y razones y solo a través de esa conexión podemos ayudar al otro a cambiar. La respuesta a ¿Qué ocurre si empatizamos con el acosador, con quién despide, o con quién nos grita y falta el respeto? Es que establecemos un puente donde, en algunos casos, (no en todos,) ayudamos al otro a cambiar. El poder del acompañamiento de las emociones está demostrado. Debemos empatizar con los malos (insisto, no compartir lo que han hecho) porqué solo así tenemos la posibilidad de que algo cambie. En atención al cliente la persona que llega gritando y descontenta, solo puede ser ayudada desde la empatía intentando entender lo que le pasa, como ha llegado a ese estado y acompañándole en el proceso de poner una solución a lo que está ocurriendo.
La empatía con quien sufre es relativamente fácil. La empatía con quien causa ese sufrimiento es infinitamente más difícil y sin embargo necesaria. De ahí el que sea tan difícil perdonar y sin embargo tan necesario.