Me cuesta entender como cosas, para mi obvias, no lo son para los demás. Me pasa con ideas políticas, con sucesos del día a día y me pasa, sobre todo con la dificultad que tiene la gente para apreciar el valor de un programa de asistencia al empleado.
Todos, todos pasamos por momentos difíciles en nuestra vida, todos tenemos preguntas legales o financieras y necesitamos una guardería o una residencia para algún familiar mayor o tenemos un problema cómo consumidores. TODOS. Contar con un profesional que pueda ayudarnos a solucionar el problema que toque y que nos ayude a sentirnos mejor es un lujo.
Al final todos tenemos cosas que nos gustaría cambiar: perder peso, dormir mejor, llevarnos mejor con un compañero, amigo o familiar, reducir nuestro estrés, superar el fallecimiento de un ser querido… Y cada uno de nosotros es distinto. Cada uno tiene una motivación y una razón distinta para querer un cambio. Cada uno tiene obstáculos distintos y cada uno tiene que encontrar UNA MOTIVACION PROPIA PARA ALCANZA LA META PROPUESTA. No existe una receta para todos a la hora de motivarnos.
Me cuesta entender que la idea de poder acceder a ayuda para enfrentarnos a esas dificultades, ayuda individualizada y específica para cada uno, 24 horas al día todos los días del año, sea algo que muchos no ven. Los programas de asistencia al empleado son el beneficio por excelencia. Apoyo toda la vida vale más que un coche o alguien que te lleva la camisa a la tintorería, incluso más que un descuento en unas vacaciones. Algún día conseguiremos que las empresas sean conscientes de cómo este beneficio ayuda en el compromiso, la retención, previene el absentismo y los accidentes laborales. Pero, sobre todo, ayuda a que las personas encontremos la motivación que nos hace felices.