Si lo pensamos tranquilamente, en la mayoría de los casos no son las grandes dificultades ni los desastres o las crisis importantes los que merman nuestras capacidades y nuestras relaciones. Son las pequeñas cosas que, desatendidas en el tiempo, sacan lo peor que llevamos dentro y hacen que nuestras relaciones fracasen. Pongo como ejemplo, el olvidar dar las gracias a la otra persona por sus esfuerzos, llegar tarde a casa de forma repetida, no avisar de nuestros retrasos, dejar ropa tirada por las habitaciones, no poner un poco de emoción/pasión a nuestro día a día, etc. Estas y otras muchas “cosas pequeñas” a menudo, casi sin darnos cuenta, se convierten en grandes cosas que con el tiempo generan resentimiento y malestar en nosotr@s mismos y en nuestras relaciones.
¿Conoces que “cosas pequeñas” importan realmente en tu vida? ¿Conoces aquellas pequeñas cosas que sacan de quicio y aquellas que te empujan a sacar lo mejor de ti mism@? Te invito a que hagas dos listas y lo pongas por escrito o lo apuntes mentalmente. Es importante identificar las pequeñas cosas que molestan a los demás (a las personas que son importantes para mí y afectan a mi bienestar) para intentar controlarlas. Aún más importante (si cabe), es tener claras las pequeñas cosas que nos animan en nuestro día a día e incrementar su presencia. Benjamin Franklin decía que “la felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”. Cuantas veces concebimos el tiempo como si fuera infinito, y relegamos de nuestro día a día una buena conversación, una copa de vino, un momento de lectura, un abrazo sentido, o un baño relajante. Pasemos a dar importancia a las pequeñas cosas que verdaderamente importan.
María José Ortega