Hace apenas unas décadas, nadie ponía en duda la importancia del Cociente Intelectual (CI) como criterio de excelencia en la vida. Se entendía que, a mayor CI, es decir, a mayor inteligencia cognitiva, más probabilidades de éxito. Pero algo cambió. Gracias a varias investigaciones, irrumpió en escena una nueva expresión: la inteligencia emocional. Pocos se imaginaban en aquel entonces, la repercusión que este concepto tendría en la actualidad. Hoy en día, sabemos que la inteligencia emocional es la habilidad para reconocer, entender y manejar las emociones en nosotros, y en la interacción con los otros.
¿Qué consideráis más importante para tener éxito en la vida: el cociente intelectual o el cociente emocional (la inteligencia emocional)? Para contestar a esta pregunta, os invito a ver este vídeo en Youtube. Se llama: “La prueba del marshmallow”.
Hace ya tiempo, en la Universidad de Harvard, se realizaron unos estudios longitudinales sobre inteligencia emocional. Para ello dejaban solos a niños de alrededor de 6 años en una habitación con una nube (marshmallow) con la promesa de que si no se lo comían obtendrían uno más a la vuelta del experimentador. Una cámara vigilaba los comportamientos de los niños sin que estos lo supieran. ¿Qué pasaba? Unos escondían el plato, otros picaban trocitos pequeños, muchos sufrían…pero no se lo comían, y algunos se lo comían sin poder esperar. El estudio mostró que a lo largo de la vida aquellos que supieron esperar llegaron más lejos o fueron más felices que aquellos que no toleraron su frustración y sin esperar sucumbieron a su deseo inmediato. Este fue el comienzo del concepto de inteligencia emocional. Al final, nos va bien cuando somos capaces de tolerar la frustración, de manejar nuestras emociones, de pensar además de sentir. Desde entonces somos conscientes de que cómo nos va en el trabajo y en nuestras relaciones no depende tanto de lo listos que seamos (es decir de nuestro CI) sino de cómo manejamos las emociones, de nuestra inteligencia emocional.
¿Cuáles son los pilares de la inteligencia emocional?
- Autoconocimiento: consiste en conocernos a nosotros mismos, saber quiénes somos, darnos cuenta de qué sentimos en cada circunstancia y cuáles son nuestras reacciones habituales (qué me dispara). Sino reconozco mis emociones, estoy a merced de ellas.
- Autoregulación: manejar nuestras reacciones ante las diferentes emociones que sentimos. Con esto no nos referimos que debamos reprimir las emociones, sino que se pueden modular/ajustar cuando no son apropiadas para la situación en la que nos encontramos.
- Automotivación: la capacidad que tengo para ponerme en marcha, para conseguir mis deseos. Para no sucumbir a las dificultades y tolerar la frustración.
- Empatía: la capacidad para entender las emociones y sentimientos de los demás, para escucharlos y ayudarles.
- Por último, las habilidades sociales, es decir, las habilidades de comunicación, todo el conjunto de destrezas que nos ayudan a relacionarnos de forma más efectiva con los demás. Por ejemplo, nuestra capacidad de escucha activa, asertividad, la capacidad de decir que no o la coherencia de la comunicación verbal y no verbal.
Pensemos por un momento:
- ¿Cómo vamos a manejar nuestras emociones sino sabemos qué sentimos? (autoconocimiento).
- Cuando algo nos salga mal, ¿dejaremos que sea la apatía la que se haga con el timón de nuestras vidas o saldremos adelante? (auto-regulación, motivación).
- ¿Seremos capaces de entender a nuestros compañeros/as de trabajo, pareja, familia… y llevarnos bien con ellos a pesar de las diferencias que podamos tener? (empatía, habilidades sociales).
Necesitamos de la inteligencia emocional, de las llamadas soft skills, para poder manejar correctamente las diferentes situaciones que nos encontramos en el trabajo y en la vida.
María José Ortega
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