Seguramente habrás oído hablar de los beneficios del mindfulness y otras prácticas de meditación: reducción del estrés, gestión emocional, mayor concentración, aumento en bienestar, flotar a 2 cm del suelo (de acuerdo, ésta me la he inventado, pero es cierto que a veces llegas a sentirte tan a gustito que parece que flotas).
Sin embargo, quizás sospeches que la meditación “no es para ti”. Quizás incluso lo hayas comprobado, porque cuando lo intentaste tu mente daba vueltas como una lavadora a 2000 rpm. ¡No había forma de pararla!
Te entiendo bien. A mí también me pasa. Y eso que dirijo una escuela de mindfulness.
Cada vez que me siento a meditar por las mañanas, vuelvo a descubrir que se me da FATAL. Al principio pensé que se trataba de mi falta de experiencia, pero con el paso de los años me resigné al hecho de que mi mente no estaba diseñada para la paz interior. Cuando me sentaba en una sala llena de gente meditando, perfectamente quieta y con expresión beatífica, me frustraba. ¿Qué tendrían ellos que yo no?
Afortunadamente, un día descubrí el secreto. El verdadero secreto de la meditación.
Te lo voy a contar.
No eres sólo tú
El secreto es muy sencillo: a todo el mundo se le da FATAL meditar. El cerebro humano efectivamente no está diseñado para la paz interior. Está diseñado para la supervivencia, y por lo tanto para buscar las cosas que le encantan (como el chocolate o el siguiente episodio de tu serie favorita) y evitar las que detesta (como las cucarachas y los atascos en la carretera).
Día y noche, te explica que “estarías mejor” si hicieras tal o cual cosa: rascarte, ponerte un jersey, tomarte una cerveza, insultarle al burócrata que tienes delante, redecorar el salón, comprarte un móvil más potente. Y no sólo te lo comenta amigablemente, sino que te empuja a hacerlo. A poco que te despistes, obecederás sin tan siquiera darte cuenta. Pero hagas lo que hagas, tu cerebro nunca se quedará a gusto del todo. Siempre tiene alguna sugerencia nueva para “estar mejor”. Y si no la tiene, dara vueltas y vueltas (como esa lavadora en modo centrifugado) hasta encontrarla.
Precisamente por eso necesitamos este tipo de prácticas: para recuperar un poco de control. Pero paradójicamente, para conseguirlo es necesario renunciar a esta misma tendencia controladora (que es un ejemplo más de perseguir lo que te gusta y evitar lo que no). Se trata de observar e incluso de acoger lo que hay en tu mente, en tu cuerpo, en tu corazón y en tu entorno, tal y como es. Sin necesidad de cambiar nada. Sin juzgar lo que te encuentras en este momento. Con una actitud curiosa y amable. De esta manera, aprendemos a disfrutar de lo que ya tenemos y aceptar incluso lo que no nos gusta.
El problema es que cuando nos sentamos en el cojín, solemos empeñarnos en conseguir alguna de estas cosas:
- La calma
- La mente “en blanco”
- El corazón en paz
- La felicidad
- El nirvana
- La virtud
- El amor universal
- La capacidad de flotar a 2 cm del suelo
Si es así, te vas a frustrar muy rápidamente.
Piensa en los surfistas
¿Has probado el surf alguna vez? Yo sí, pero no he durado en pie sobre la tabla ni dos segundos. Es un deporte dificilísimo —casi, casi imposible. Si te fijas, incluso los mejores surfistas del mundo duran muy poco tiempo equilibrados sobre la ola. Treinta segundos es ya un montón, y sesenta ni te cuento. He consultado las estadísticas y resulta que los surfistas profesionales pasan más del 95% del tiempo en el agua.
Con la meditación pasa lo mismo. También con otras prácticas contemplativas como el yoga. Por mucho que intentes mantener el equilibrio sobre la ola del ahora, te vas a caer una y mil veces. Incluso la gente que lleva toda la vida meditando sigue perdiendo el equilibrio, como los surfistas profesionales. Sin embargo, igual que estos deportistas con el tiempo desarrollan unas formidables capacidades físicas, quienes meditan también fortalecen habilidades mentales como la concentración, la claridad mental y la resiliencia. Y estas habilidades permiten disfrutar de los beneficios que cité al inicio.
Por lo tanto, no te agobies si te distraes sin parar cuando meditas. No se trata de mantener la concentración perfecta, ni de conseguir la paz interior duradera. Se trata de entrenar todos los días, para mantenerte en buena forma mental, y de volver a subirte a la “ola del ahora” cada vez que te caigas. Al hacerlo estás creando nuevas conexiones neuronales que refuerzan tu atención. Por lo tanto, cada vez que te distraigas es en realidad una nueva oportunidad para entrenar esta capacidad. Con el tiempo, lograrás coger olas cada vez más largas.
Bienvenid@ al surf interior.
Eduardo Jáuregui es colaborador de Healthywork, director de la escuela de mindfulness ModoSer y autor de libros traducidos en 20 idiomas. En Junio 2022 publicará con la editorial Urano Meditar se me da FATAL: Guía de Mindfulness para seres humanos de los de toda la vida.