Hoy hablaba en una formación para una empresa canaria sobre los retos que nos estamos enfrentando ahora mismo como individuos y como equipos en las empresas. Todos estamos viviendo un proceso de adaptación a un nuevo mundo con unas características peculiares. Quizás te suene la palabra VUCA. El Covid ha puesto de manifiesto que vivimos en un mundo Volátil, Incierto (Uncertain en inglés), Complejo, y Ambiguo. En este camino de aceptación de las nuevas reglas que rigen ahora nuestra realidad, hay muchas cosas que podemos hacer para que esta situación (ni otras que vengan), minen nuestra salud física y mental. Sí, podemos salir reforzados y crecer hacia algo nuevo.
¿Te has preguntado alguna vez qué hace que algunas personas sigan manteniendo una sonrisa y se encuentren relativamente bien incluso habiendo vivido situaciones verdaderamente criticas? ¿Te has planteado si es cuestión de suerte o es que estas personas están hechas de otra pasta? Quizás te viene a la cabeza alguien que admiras en este sentido. Tiene un coraje y una fortaleza que impresiona. Pues bien, te puedo asegurar que esta persona en la que estás pensando no es mejor que tú ni que yo, sino que su capacidad de resiliencia está muy desarrollada.
El término resiliencia viene de la física de los materiales. Las gomas elásticas o los muelles tienen la capacidad de estirarse y regresar a su estado inicial. Resiliencia es la capacidad de sobreponernos a situaciones dolorosas, de rebotar, de superar algo y salir fortalecidos. Resiliente se nace y se hace porque es como un músculo que podemos entrenar. Eso no significa que vamos a sufrir menos, sino que haremos frente a las dificultades confiando en nuestras capacidades y abordando lo que vivimos con flexibilidad y como una oportunidad para crecer.
¿Quieres desarrollar tu músculo de la resiliencia? Aquí tres claves:
- La primera clave nos pone en la diana. Lo primero que tenemos que considerar es ser conscientes de que solo nosotros somos responsables de nuestro bienestar. Parece que no hemos descubierto nada nuevo con esto, ¿verdad? Pero es que en general, tendemos a echar muchos balones fuera. A buscar responsables de nuestro malestar, a quejarnos: “la culpa es de mi pareja, de mi jefe/a, de los políticos…”. Y un poco, pues tenemos derecho a quejarnos, pero hay personas que se quedan instaladas en la queja. Y desde la queja no se movilizan; se quedan en un rol pasivo. Solo nosotros podemos encargarnos de nuestra felicidad y de nuestra salud mental, y, por lo tanto, de tomar las medidas necesarias para cuidarnos. No perdamos de vista que somos nosotros quienes tenemos que gestionar nuestras expectativas, nuestros pensamientos, emociones, nuestro tiempo, la manera de trabajar, de poner límites, de asumir nuestros errores, y enfocar nuestras energías en aquello que podemos nosotros cambiar. Nadie puede asumir esta responsabilidad sobre nosotros. “Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”, nos dice el psiquiatra Viktor Frankl.
- En segundo lugar, si queremos ser más resilientes tenemos que mantenernos conectados con la gente, compartir con las personas que apreciamos. No podemos aislarnos. El estudio longitudinal más largo que se ha hecho hasta ahora sobre felicidad lo ha realizado la Universidad de Harvard y arroja un dato demoledor: lo que nos hace felices a los seres humanos es la calidad de nuestras relaciones. Ni la fama, ni el dinero, ni las posesiones materiales es lo que nos aporta verdadera felicidad. Es una tarde con un buen amigo, un paseo con mi hermana/o, un buen compañero/a de vida. Aquí podéis encontrar el Ted Tak donde se recogen estos datos.
Las personas resilientes se apoyan en sus seres queridos cuando se encuentran mal, comparten lo que les preocupa, no piensan que puedan solos con todo, y piden ayuda cuando lo necesitan. En general, cuando hablamos con alguien sobre lo que nos preocupa, nuestro problema no cambia. Pero solo el hecho de compartirlo, de que alguien nos escuche y nos comprenda, de sentir esa conexión con el otro, eso ya solo en sí es beneficioso para nuestra salud mental y reduce nuestro estrés. Igual ocurre si alguien que apreciamos está pasando un mal momento y nos lo cuenta. Únicamente el mero hecho de estar ahí, de no decir a las personas lo que tienen que hacer (porque son ellas las que tienen que encontrar sus soluciones), sino escucharlas y empatizar con ellas…, puede ayudar a un amigo, compañero o familiar que lo está pasando mal. Por lo tanto, la idea es mantente conectado y cuida de la calidad de tus relaciones, no de la cantidad sino de la calidad. Esto te hará más resiliente.
- Y para hablar de la última de las claves, quiero mencionar al padre de la psicología positiva: Martin Selligman. Hasta que Selligman no aparece en escena, la psicología estaba muy enfocada en la enfermedad, en tratar la patología mental (depresión, ansiedad, esquizofrenia, etc.). Sin embargo, él se enfoca en promocionar la salud. En lugar de centrarse en lo que no funciona, empieza a poner el foco en lo que funciona en las personas. Y hay un aspecto que correlaciona mucho con felicidad y es la gratitud. Cuando somos capaces de reconocer y dar las gracias por las cosas que tenemos y no poner solo nuestra atención en lo que no tenemos, somos más felices. Hay muchas formas de desarrollar esto: podemos crear un diario y escribir todas semanas cinco cosas por las que me siento agradecido; o escribir una carta a alguien para darle las gracias por algo que ha hecho por nosotros. Elige tú la forma. Simplemente el proceso de pensar en lo que tenemos, tiene un potencial para reducir el estrés y aumentar el bienestar. Como ves, la actitud que escogemos a la hora de enfrentarnos a las situaciones es clave para entender nuestro estado de ánimo. Viktor Frank resume esto muy bien en otra de sus citas: “Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio tenemos el poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta se encuentra nuestro crecimiento y nuestra libertad”.
María José Ortega