Cómo muchos en verano aprovecho el tiempo libre para leer y entre otros leo “How Emotions are Made: The Secret Life of the Brain” de Lisa Feldman Barret donde se nos plantea que las emociones no son universales. ¡En España y México estamos perdiendo el tiempo intentando adivinar las ideas políticas de una persona interpretando expresiones faciales! No solo esto, también lo estamos perdiendo, al intentar presuponer emociones leyendo las caras de quienes nos rodean. La genética y la neurología puede que jueguen un papel menos importante en la huella emocional que la cultura y los conceptos que nosotros creamos para interpretar la realidad. Ni siquiera la división que hacemos entre cerebro reptiliano (amígdala y sistema límbico) y cerebro humano (cortex) para explicar nuestro descontrol o impulsividad son ciertos. Lisa nos relata cómo, invitada a cenar por un chico que no le atraía mucho, acabó la cena con mariposas en el estomago pensando que se había enamorado, para descubrir a la mañana siguiente que tenia fiebre. ¡Lo que había interpretado como amor era una lectura de sensaciones corporales resultado de su enfermedad!
Nuestra mente no es un campo de batalla entre fuerzas internas opuestas – pasión y razón que determinan la responsabilidad de nuestros comportamientos. Nuestra mente es un momento computacional dentro de un cerebro que siempre está haciendo predicciones. Predecimos creando conceptos y mientras los científicos debaten si estos conceptos son genéticos o aprendidos es incuestionable que muchos los aprendemos en función de lo que nos rodea tanto física cómo culturalmente. Para Feldman el cerebro tiene pocos conceptos mentales (agradable-desagradable, agitación-calma, ruido-silencio, luz-oscuridad…) y todos los demás los creamos. El cerebro crea emociones en cada uno de nosotros para inventar realidades sociales dependiendo de nuestras experiencias. La única limitación a la hora de crear conceptos y emociones es la que tiene un cerebro que busca eficiencia y rapidez.
La inteligencia emocional, radica en tener cuantos más conceptos sobre emociones podamos tener. El miedo por ejemplo no es igual cuando tememos por nuestra muerte que cuando tememos coger un catarro. ¿Podríamos utilizar diferentes palabra (conceptos) para ambos miedos? ¿Sabemos distinguir entre sentirse satisfecho, contento, complacido, jubiloso, gozoso, feliz, dichoso, venturoso, alegre…? Cuanto mejor lo hagamos más emocionalmente inteligentes seremos.