Son tiempos difíciles los que estamos viviendo en estos momentos, y especialmente para aquellos que han perdido a algún ser querido. Muchos no se pueden despedir de ellos, ni pueden darles un adiós como desearían juntos a sus familiares y amigos. A ellos y, a quienes los acompañan en estos momentos, queremos dedicarles este texto.
No es fácil acompañar en el sufrimiento, y los seres humanos a veces tratamos de huir de las manifestaciones de tristeza, recurriendo a frases bienintencionadas (“la vida continua”, tienes que sobreponerte”…) que no hacen más que acentuar el dolor y que la persona se sienta peor.
Y es que no estamos preparados, no sabemos qué hacer ante nuestro propio dolor ni ante el ajeno. Por ello, si estás acompañando en estos momentos a un familiar o amigo que ha perdido a un ser querido, nos gustaría que leyeras esta carta que el escritor Jorge Bucay plasmó en su recomendado libro “El camino de las lagrimas”. En unos de sus capítulos, Bucay expone una carta en la que una mujer en pleno duelo escribe a su mejor amiga sobre lo que de verdad necesita de ella en estos momentos. Espero que te arroje un poco de luz.
“Querida amiga:
Por favor, quiero que sepas que yo necesito que me sostengas, aunque no te lo pida y aunque a veces te diga que no. Puede que por el momento no sea capaz de pedirte ayuda porque estoy demasiado aturdida, pero siempre necesito saber que estas ahí.
Debes saber que yo no espero que me hagas sentir bien, ni que hagas que desaparezca mi pena. En este momento nadie puede.
Lo que necesito es que me ayudes a calmarme, que aceptes mi dolor y que seas tan sabia como para soportar tu impotencia cuando no te dejo ayudarme.
Si no puedes llamarme porque no soportas tu dolor o no quieres aguantar el mío, Dímelo. Yo lo voy a entender mejor que si pones excusas de todo tipo. Espero que puedas entender mis enojos y perdonar mis ganas de hacer cosas. No eres tu ni los demás los que me enojan. Es saber que he perdido para siempre al que más quería. No trates de evitar mis lágrimas, verme llorar puede ser duro para ti, pero es un modo saludable de expresar un poco de mi pena.
Te aseguro que llorar es bueno para mí, por eso cuando me encuentres llorando trata de sentarte a mi lado y déjame llorar al lado tuyo, ese será un gran consuelo. No trates de conformarme comparando mi pena con otras peores, mi pena es mía e intransferible.
No me digas que lo que sucedió fue porque “Dios lo quiso”. Oír esto no me consuela en este momento y solo agrega confusión espiritual y desolación a lo que siento. No me digas “me imagino como te sientes”. Nadie puede. En todo caso, por favor, Pregúntame cómo me siento hoy y yo tratare de contarte.
No me pidas que deje esto atrás, que olvide y que siga adelante con mi vida. Esta es mi vida y entiéndeme si no puedo compartir los momentos felices que estas viviendo. Me gustaría poder. Si quieres de verdad hacer algo conmigo, intenta ofrecerme una hora libre. Yo estoy demasiado herida para poder pensar mas allá de hoy o para decidir un programa atractivo.
Necesito hacer el duelo. Necesito ser yo, y necesito no olvidar. Quiero solo encontrar la manera de recordar en paz.
Te pido que me abraces, que me digas que cuento contigo, que puedes cuidarme y que quieres acompañarme en este camino”.
Finalmente, amiga querida, te ruego que aceptes mi duelo sin interferir y que admitas mi sufrimiento sin resistencia, yo siempre recordare el amor que me ofreciste”.