Desde Healthy Work siempre hemos recordado la importancia que a la hora de compartir el estrés tienen:
– la vida sana (dormir bien, comer adecuadamente y hacer ejercicio)
– el soporte que aportan las relaciones sociales (amigos y familia)
– los pensamientos, el manejo de las interpretaciones que damos de la realidad y las preocupaciones que nos generamos que, a menudo, no aportan soluciones
Hoy queríamos escribir sobre un foco de estudio más reciente de la psicología: las emociones.
Históricamente hemos entendido que las emociones eran algo que había que mantener fuera del trabajo. Fue con Goleman que empezamos hablar de la necesidad de entender y gestionar las emociones nuestras y de los demás en el ámbito laboral (inteligencia emocional), pero poca es la literatura que habla de la gestión de las emociones cuando sufrimos estrés.
Las emociones que experimentamos nos dan información sobre lo que nuestro cuerpo está viviendo. La ira y la irritabilidad, o la tristeza y la apatía, son, primero de todo, mensajes que nos avisan sobre lo que nuestro cuerpo está viviendo. Para manejarlas bien debemos ser conscientes de su presencia en las relaciones con supervisores, supervisados y compañeros.
A estas alturas ya deberíamos saber que no podemos cambiar a los demás pero que siempre podemos cambiarnos a nosotros mismos y las emociones y como las vive nuestro cuerpo pueden ser un lugar de partida para conocernos y actuar sobre el cambio deseado.
Recientemente la Universidad Pontificia de Comillas ofreció una jornada con Leslie S. Greenberg especialista en terapia focalizada en emociones donde por primera vez escuché que una emoción solo se cambia introduciendo otra, no la podemos hacer desaparecer. Después de tanto tiempo hablando de mindfulness como forma de dejar que los pensamientos negativos se marchen y no se queden de forma obsesiva generando estrés, esta metodología habla de conocer nuestras emociones para cambiarlas y sustituirlas por otras más adaptativas que reduzcan nuestra ansiedad.
A la práctica de una vida sana, el cultivo de un soporte social, y el manejo adecuado de los pensamientos para luchar contra el estrés, debemos añadir ahora el conocimiento de las emociones que experimentamos y su sustitución introduciendo emociones más útiles para el desarrollo de una mayor resiliencia.